La pandemia no sólo arrasó con la vida de amigos, familiares y compañeros y compañeras de trabajo, sino que fue también el escenario aprovechado por los grupos de poder para arrebatar derechos laborales conquistados a lo largo de muchas décadas. Así, en este período se perdieron decenas de miles de puestos de trabajo, aumentaron la pobreza y la desigualdad, y quienes lograron conservar su empleo trabajan en peores condiciones y con salarios más bajos que hace un año.
El cuadro de situación no es diferente en nuestro Poder Judicial. Venimos transitando una intensa batalla para que se priorice el cuidado de nuestras vidas por sobre las presiones de los sectores que exigen normalidad en tiempos de desastre, enfrentando autoridades que con una mano gestionaban su solución individual y con la otra firmaban resoluciones que exponían al conjunto a riesgos evitables.
También la pandemia fue la oportunidad para nuestro empleador de imponer modalidades de trabajo que precarizan nuestras condiciones de vida y para además avanzar en la privatización de funciones propias de la Administración de Justicia, retomando la agenda de los años ’90. Al mismo tiempo, nos cierran los ámbitos de debate necesarios para garantizar la vigencia de derechos básicos antes esos cambios, como la provisión de las herramientas de trabajo o el respeto de la jornada limitada.
Las y los judiciales, como el resto de la clase trabajadora, venimos resistiendo estos avances con firmeza y decisión. Pero como en todos los momentos difíciles de nuestra historia, que resultemos victoriosos dependerá de nuestra capacidad para seguir construyendo solidaridad entre las y los trabajadores, reforzando la convicción de que la salida es colectiva y que luchar por la defensa de nuestros derechos siempre tiene resultados.
¡Viva el 1° de Mayo! ¡Viva la clase trabajadora!
Tucumán 1966, CABA.
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