“La Noche de los Lápices” se denomina al hecho ocurrido el 16 de septiembre de 1976, y en días posteriores, en que nueve estudiantes secundarios de la ciudad de La Plata fueron secuestradxs en un operativo conjunto entre efectivos policiales y el Batallón 601 del Ejército.
Casi todos ellos, de entre 16 y 18 años, militaban en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y en la Juventud Guevarista. Claudio De Acha, María Clara Ciocchini, María Claudia Falcone, Francisco López Muntaner, Daniel Racer, Horacio Ungaro, Emilce Moler, Patricia Miranda y Pablo Díaz, fueron torturados durante semanas en el centro clandestino de detención conocido “El Pozo de Arana” y luego trasladados al “Pozo de Banfield”.
Tras algunos años Moler, Díaz y Miranda recuperaron si libertad, en tanto lxs seis restantes permanecen aún desaparecidxs.
“Aquellxs jóvenes militaron desde lo más profundo de sus convicciones por una sociedad justa, en la que todxs pudiéramos vivir con dignidad” subrayó Néstor Alende, Secretario de Derechos Humanos de la AJB.
Con estos secuestros y varios más realizados en esos años entre lxs secundarixs, la dictadura intentó cortar de plano el cuestionamiento político que era moneda corriente entre los adolescentes. Estos jóvenes –la mayoría de ellos con un proyecto político claro- a través de sus colegios y organizaciones, no sólo lucharon por el boleto estudiantil, sino por una sociedad que apuntara al bien común.
“Quienes quisieron acallar sus voces nunca imaginaron que fueran a multiplicarse en un enorme grito popular en cada rincón del país. Su lucha sigue en pie y su bandera en alto, portada por miles de estudiantes que hoy pelean por los mismos derechos y los mismos sueños”, expresó el Secretario de DDHH.
Esta afirmación queda demostrada por las imponentes movilizaciones estudiantiles que, en defensa de la educación pública, hoy conforman una de las fuerzas más poderosas y resistentes a las políticas impopulares.
“Ni el terror ni el olvido pudieron borrar de la historia su rebeldía. Sus gritos y sonrisas siguen resonando y los lápices siguen escribiendo”, finalizó Alende.