El desgaste laboral y sus consecuencias
QUEMARNOS EN EL TRABAJO
Andar por los pasillos y dependencias de Tribunales hoy en día tiene un factor común: el comentario que más se escucha se refiere al cansancio: “no doy más”, “estoy muy quemado”, “necesito descansar ya”, la sensación generalizada es que este año nos pasó por encima, si bien es cierto que es época de urgencias e imprevistos el sentimiento está relacionado con algo del orden de lo excesivo.
El desgaste laboral y sus consecuencias
QUEMARNOS EN EL TRABAJO
Andar por los pasillos y dependencias de Tribunales hoy en día tiene un factor común: el comentario que más se escucha se refiere al cansancio: “no doy más”, “estoy muy quemado”, “necesito descansar ya”, la sensación generalizada es que este año nos pasó por encima, si bien es cierto que es época de urgencias e imprevistos el sentimiento está relacionado con algo del orden de lo excesivo.
Andar por los pasillos y dependencias de Tribunales hoy en día tiene un factor común: el comentario que más se escucha se refiere al cansancio: “no doy más”, “estoy muy quemado”, “necesito descansar ya”, la sensación generalizada es que este año nos pasó por encima, si bien es cierto que es época de urgencias e imprevistos el sentimiento está relacionado con algo del orden de lo excesivo.
En la actualidad una gran cantidad de trabajadores y trabajadoras están cursando enfermedades y licencias. En su mayoría refieren haber tenido un año de enfermedades a repetición (resfríos, gripes, anginas), dolores corporales (espalda, columna, cervicales), malestares estomacales y otros, haber sufrido patologías más graves… Ahora, si nos referimos a sentimientos los más escuchados son: decepción, frustración, apatía, tristeza (cuando no, angustia manifiesta) un cansancio que no se va con horas de sueño y miedos varios. ¿Qué significa esto? ¿Nos ha ganado el desgaste?, ¿Hay algo en particular este año?, ¿Siempre terminamos igual? Vayamos por partes:
En un primer momento comenzaremos a hablar del famoso Burnout para saber exactamente de qué se trata. Es el modo de nombrar al “estar quemados/as” y está relacionado con el malestar que sentimos debido a nuestra pertenencia laboral e institucional y al sufrimiento que esto trae aparejado. Es un proceso crónico que va en aumento con la cantidad de años de trabajo. Son padecimientos que este tipo de instituciones, las que trabajan con personas, traen de manera incrementada. El Burnout se siente como frustración, desconfianza en lo que podemos dar desde nuestra función, sentimientos de baja autoestima laboral y sensación de cansancio. Esto repercute de manera directa en la relación que tiene cada operador/a con su trabajo.
Este concepto se relaciona con la precarización laboral: por la excesiva cantidad de horas de trabajo al día o a la semana, una remuneración salarial insuficiente, malas condiciones edilicias, trabajo solitario, violencia laboral, baja incidencia en la toma de decisiones y liderazgos burocráticos o autoritarios. Aparece cuando trabajamos muchas horas en tareas rutinarias con ambientes cargados de tensión y sin espacio real y/o simbólico para organizar ni debatir y si a todo esto le sumamos que no sentimos que la tarea sea bien remunerada estamos en riesgo de “quemarnos” en el trabajo. Resumiendo: no ser valorados y valoradas nos quema…
Desde hace pocos años sabemos la incidencia que tiene el trabajo para las personas que se encargan del cuidado, atención y protección de otros. Muchas investigaciones hablan del “costo de cuidar”, de “cuidar al que cuida”, etc.: personal de emergencias y catástrofes o urgencias van primeros en la lista, pero ¿Qué pasa con trabajadores y trabajadoras judiciales? Trabajadoras/es sociales, abogadas/ os psicólogas/os que trabajan con violencias se ven directamente afectadas/os pero también quienes atienden al público en poblaciones con situaciones de crisis o complejas como pasa en las diferentes dependencias de Corte y Procuración.
Esto se debe a las características del trabajo: no solo hablamos de violencias de género o delitos, también hablamos de resolución de conflictos, protección de derechos, ejecución de sentencias, control de legalidad, juicios orales y públicos, mediación y conciliación, etc., es decir, problemáticas emocionalmente demandantes. Hoy en día, en la mayoría de estas situaciones, encontramos vínculos basados en la violencia vincular y social mezcladas con la atmósfera querellante propia de la modalidad institucional. En los expedientes aparecen vínculos asimétricos con ejercicio violento del poder, que tiende a evitar a terceros que puedan proteger o apuntalar. Lo más común es que el afuera aparezca como riesgoso para las víctimas y la desconfianza y el secreto sean moneda corriente. Por eso es tan importante la función reguladora del Poder judicial, y que se genere un lazo de confianza con la persona que se atiende o entrevista, alojarla para que pueda poner palabras. La empatía comienza a ser parte importante de la labor, esto forma parte de las mejores prácticas en estrategias de intervención, por lo cual se considera al posicionamiento empático y comprensivo como factores relevantes.
Son justamente estos dos factores: el trabajo con violencias y el uso de la empatía, los que pueden provocar consecuencias. Además del Burnout, lo que viene desarrollándose en las investigaciones es el desgaste laboral, el estrés traumático secundario, la traumatización vicaria, la fatiga por compasión o el desgaste por empatía.
No hablamos sólo de aquellas causas donde se explicita la violencia, sino también toda esa violencia que recae sobre quienes son más frágiles en la sociedad. En las intervenciones que realizamos siempre queda una parte que es más difícil de elaborar, y así aparecen marcas en la subjetividad de trabajadores y trabajadoras que tienen origen en el trabajo. La existencia de aspectos de eso recepcionado que queda sin posibilidad de metabolización y tiene potencialidad traumática.
Muchas personas que consultan sobre estos malestares, relatan que han tenido recuerdos involuntarios de situaciones estresantes de la jornada laboral, cuando están con sus hijos/as, parejas o amigos/as. También explican que ha aumentado el temor a que eso que se escucha durante la mañana (delitos, abusos, violencias) le suceda a sus personas queridas. Por otro lado, manifiestan cambios de carácter, pérdida de la memoria o la paciencia, o cambios en sus relaciones vinculares: mayor aislamiento o presencia de conflictos con las personas de su red cercana.
Para las y los trabajadores que padecen desgaste, el desconocimiento acerca de la existencia de estos procesos y de sus síntomas, así como no contar desde la Institución de pertenencia, con un apoyo que vehiculice la tramitación de las consecuencias derivadas del trabajo, facilitan la implementación de mecanismos defensivos atrofiantes.
Pensar en la prevención y en la intervención efectiva se vuelve urgente al observar los altos niveles obtenidos en los resultados de diferentes investigaciones realizadas con la población judicial de la Provincia de Buenos Aires (Cuadro 2022). Si se trata de condiciones laborales enfermantes no podemos seguir culpabilizando o responsabilizando a aquel que las padece, sino que hay que poner el acento en la Institución que promueve y perpetúa las condiciones que enferman.
Cuando hacía referencia a la particularidad de este año, debemos sumarle la situación macro: cambios disruptivos, vertiginosos, aumento desmedido de las violencias y por lo tanto de las causas, desconfianza en la institución judicial en la población que asistimos, reducción de las redes institucionales de asistencia y atención, falta de medios económicos en las personas involucradas en las causas, bombardeo de información, violencia recibida por parte de causantes y letrado/as. Todo esto resulta desbordante y dificulta que pueda ser elaborado, lleva a revivir permanentemente aquello que nos recuerda el desvalimiento, la frustración, el desamparo, potenciando mecanismos inadecuados que muchas veces obturan la tarea y la posibilidad de gratificación por el trabajo realizado.
Las manifestaciones en el trabajo son: sobreesfuerzos para compensar la falta de motivación y la frustración, comportamientos sacrificiales que nos dejan entrampados intentando cumplir con las exigencias y que determina que ignoremos las señales de malestar. Así, la “carrera judicial” se vuelve una maratón extenuante, desmotivadora donde no se ve la meta.
En primer lugar, saber que visibilizar de qué se tratan los malestares laborales permite entender de quién es la responsabilidad. En estos casos si nos enfermamos al trabajar, entonces es el empleador quien debe fomentar los recursos saludables, primero para la prevención y luego para la recuperación.
Para que los índices de desgaste se reduzcan se debe fomentar un ambiente de trabajo saludable donde sea importante el bienestar y la salud mental de trabajadores y trabajadoras judiciales. Esto se hace con la regulación de la cantidad de horas de trabajo y de tareas realizadas, con la promoción de climas de trabajo agradables, donde la comunicación sea democrática y los liderazgos sean llevados a cabo con respeto al trabajo en equipo y entendiendo la importancia de regular el sobreesfuerzo.
Cuando la violencia no viene solo de los expedientes sino que aparece en el adentro (Mobbing) es necesario reducir las asimetrías que fomentan las identificaciones con las víctimas, ya que de no ser así aparece omnipotencia en algunos miembros de la institución y sentimiento de indefensión en otros, ese proceso es lo que muchas veces acrecienta el desgaste.
Si esto no se cumple la única manera de salir de la encerrona trabajador/a-patronal, es acudir al sindicato para poner en primer término los derechos laborales y la subjetividad de la realidad de cada trabajador y trabajadora.
Respetar nuestros tiempos diferenciados: horas para trabajar y horas para descansar, tener en cuenta las tareas de cuidado y sumarlas a la cantidad de tiempo de actividad que suma cansancio, escucharse las sensaciones, el cuerpo y validar esa percepción, y también exigirle a nuestros empleadores que articulen los recursos necesarios para reducir la posibilidad de desgaste.